Salvador Sans sobre el auténtico visionario del café, Josep Guardiola i Grau
En mis primeros viajes a las plantaciones de café en Latinoamérica me intrigó que las secadoras mecánicas se llamarán «Guardiolas», un apellido un catalán.
Indagando, apareció esta fascinante historia que conecta amor, café, aventuras y la maravillosa arquitectura de Gaudí junto a uno de sus más emblemáticos edificios: La Casa Milá o Pedrera.
Isabel Goig Soler y su extenso trabajo sobre el legado de Josep Guardiola i Grau
Como redactora de la revista Fórum Café, uno de los reportajes que más he disfrutado escribiendo ha sido la fascinante historia de Josep Guardiola i Grau, el indiano catalán que emigró a Guatemala y revolucionó el mundo del café con su innovadora secadora vertical de café.
Fue Salvador Sans quien me habló por primera vez de ese personaje cautivador y me dio las primeras pistas sobre la finca Chocolá, propiedad de Guardiola. A partir de ahí, iniciamos una apasionante investigación.
Historia y vida del indiano catalán que conquistó la fórmula secreta del café
Para reconstruir su vida y su legado, recurrimos a diversas fuentes de información. Contactamos con el Ayuntamiento de Aleixar, pueblo natal de Guardiola, para obtener información sobre sus orígenes. También hicimos una consulta profunda de obras especializadas como: «Historia del café de Guatemala» de Regina Wagner y «La Herencia del Hindú» de Josep Maria Clavería, que nos aportaron una visión más amplia sobre el contexto histórico y económico en el que se desarrolló su trayectoria. Además, contrastamos datos con los del Proyecto arqueológico Chocolá, una iniciativa que investiga la finca en la que Guardiola desarrolló sus innovaciones en el cultivo del café. Estirando el hilo, fuimos desenterrando una historia que merecía ser contada, una que combina emprendeduría, aventura y un legado que todavía perdura.
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Pocas historias de indianos son tan intensas y ha dejado tanta estela como la de Josep Guardiola i Grau. Este emprendedor personaje, nació en el pueblo tarraconense de l’Aleixar en 1831, vivió en Inglaterra y Estados Unidos, fue propietario de una finca de café en Guatemala, tuvo rentas en Brasil, fue accionista fundador del Canal de Panamá e inventó la célebre máquina secadora automática de café de su mismo nombre, «Guardiola». Tras su muerte, su herencia sirvió para construir la magnífica casa Milà de Barcelona («La Pedrera») y para financiar varios proyectos en su pueblo natal, del que fue declarado hijo predilecto en 1897.
Hijo de Don Ramón Guardiola y Veciana y de Doña Josepa Grau Gebellí, Josep Guardiola i Valls perteneció a uno de los linajes más importante de la historia aleixarenca. Sus tendencias republicanas y progresistas, muy diferentes, al fanatismo carlino familiar, fueron determinantes para que Guardiola con tan solo dieciséis años, decidiera aceptar la propuesta de exfraile Anton Artells i Vallverdú para «irse a la aventura». Primero fue a Inglaterra y después, como muchos jóvenes de su tiempo a América, a San Francisco, donde hizo fortuna y pudo comprar dos casas. Al cabo de unos años, se estableció en Guatemala, donde compró la finca Chocolá. en San Pablo Jocopilas, en la Bocacosta. La finca producía caña de azúcar y café y dicen, hacían falta al menos dos días a caballo para reseguir el perímetro.
Chocolá no estaba demasiado lejos del lago de Atitlán, a medio camino, y sobre todo a media altura, entre aquello que en Guatemala llaman tierra fría —altiplano de los maya—, y aquello que llaman —tierra caliente— la costa del pacífico, y dicen que de allí, gracias a la combinación de altura, lluvias y tierra volcánica, salían los granos de café de mayor cualidad de todo Centro América.
En las últimas décadas del siglo XIX Guatemala era el principal exportador mundial de café, incluso por delante de Brasil y Colombia, y Guardiola se hizo de oro exportando a todo el mundo los granos de café del Chocolá. Introdujo varias novedades en el proceso de elaboración y fue en esa época que inventó su maquina, La Guardiola, que era una especie de secadora automática para los granos de café. Esta máquina fue un invento revolucionario para el sector, ya que permitía secar los granos de manera rápida, de forma uniforme – resultado que no se obtiene en los patios, pues el sol no puede obrar igual sobre todos los granos – y sin que quedaran agrietados, de forma que los consumidores europeos consideraban su café de mayor cualidad que el de sus competidores.
Para descascarillar el café pergamino, Guardiola utilizaba un sistema de combinación de morteros, en los que subían y bajaban trituradores que dejaban listo el café en oro para su exportación.
En 1880, en Guatemala se vendían máquinas de lavar, secar y trillar café patentadas por Josep Guardiola y producidas en Nueva York. Según información de la época, el precio de las secadoras oscilaba entre 1,170 y 3,870 pesos, según su capacidad de secado, de 25 a 100 quintales diarios de café.
Al expirar la patente otorgada a Guardiola, su sistema fue adoptado por casi todos los fabricantes de beneficios de café más importantes del mundo, entre ellos McKinnon, que mejoró el sistema de Guardiola en 1882. Cuatro años más tardes, Guardiola que no paraba nunca de buscar nuevas soluciones para mejorar la producción y calidad del café de su finca, obtenía la patente para otra desecadora de café en Estados Unidos, aunque está nunca consiguió el éxito de la primera, hoy todavía en uso, con las mejoras, evidentes, que ha aportado la evolución tecnológica.
A finales del siglo XIX había en Europa y en Estados Unidos varios talleres grandes de herrería que producían una gran variedad de modelos de máquinas para beneficiar café, siendo la secadora Guardiola el sistema más conocido y aceptado.
El éxito de su máquina le reportó unas buenas entradas de capital que se vieron incrementadas gracias a su buena mano en los negocios. Y es que, como buen empresario, se anticipo a vender la finca antes de que los precios del café empezaran a caer, y la venta de Chocolá a unos alemanes en el 1891 por un valor que multiplicaba por miles el precio por el cual la había comprado.
Su fortuna todavía tenía que crecer más gracias a sus acciones encabezadas por el ingeniero Ferdinand de Lesseps que había conseguido el gran reto de abrir una inmensa grieta de costa a costa de Panamá, que revolucionaria el comercio marítimo mundial. El proyecto fue un estrepitoso fracaso, porque quedó paralizado después de diez años de obra, y después de veinte mil muertos entre accidentes de trabajo y fiebres tropicales, pero fue un éxito sin precedentes para inversores, porque los Estados Unidos acabaron comprando a la compañía los derechos de la concesión para la construcción del canal.
Los ingresos generados por la venta de Chocolá y estas acciones permitieron a Guardiola volver a L’Aleixar como unos de los indianos de mayor fortuna del país. Junto a él, en su regreso a casa, le acompañó Lola, la única de los hijos reconocidos que este indiano había tenido en Guatemala. Y fue precisamente a través de esta hija, que Josep Guardiola conocería a su futura esposa, Roser Segimon, una joven cuarenta años más joven que el, con la que vivió una intensa historia de amor. Rosario era guapa, de piel muy blanca, tanto que parecía de porcelana. «Tenía los huesos como si fueran de cristal y por eso a lo largo de su vida se los rompió un par de docenas de veces», ha evocado su pariente lejano, el escritor Albert Manent i Segimon.
La pareja se instaló en Barcelona en una casa que todavía existe en el Pasaje de la Concepción con las letras JG en la fachada, donde llevaban una vida opulenta. Viajaban a menudo a Paris, veraneaban en Blanes (Girona) y descansaban en L’Aleixar donde volvía a menudo. Por aquel entonces estaban siempre rodeados de numero servicio, entre ellos, dos cocheros, ayuda de cámara, camarera, cocinera, lavadora, planchadora y peluquera. Hicieron viajes de placer a Egipto y los Estados Unidos y entre las peculiaridades que han recogido algunas biografías de este ilustre personaje cafetero destaca el hecho que lucia un bigote generoso, vestía ropa inglesa y se bañaba cada día. Son muchas las posibilidades, además, que fuera masón.
Guardiola compaginaba sus negocios con la responsabilidad de albacea de Pau Gil, otro catalán instalado en París, cuya herencia sirvió para hacer el nuevo hospital dedicado a su patrón, San Pablo. El de L’Aleixar participó, también, en la compra de la fundición Comas para hacer la sala de fiestas La Paloma, impulsó un hospital asilo en su pueblo, hoy reconvertido en Casal «Josep Guardiola» y, también, el cementerio de L’Aleixar, donde se hizo construir un panteón en el que está enterrado junto a su mujer.
Hombre culto que hablaba varios idiomas, en sus últimos años dedicó sus energías a idear un léxico y la gramática de un nuevo idioma universal que sirviera para comerciantes, viajeros y marineros. Guardiola aseguraba que la idea de un idioma universal se le ocurrió en América viajando entre los pueblos indígenas de los cuales no entendían el idioma. Tras años de cábalas, en 1893 publicó en París, pagando la edición de su bolsillo, Gramatika uti nove prata – gramática de una nueva lengua, que era una mezcla de latín, inglés, francés, italiano, castellano y catalán.
El matrimonio Guardiola-Segimon duró diez años. En 1901, cmientras se quitaba las botas, murió de un ataque al corazón en París. Su cuerpo fue trasladado en tren al panteón que se había hecho construir en L’Aleixar, y su mujer, Roser Segimon ella se quedó como señora de una de las mayores fortunas de Barcelona. Dos años después de su muerte, la viuda de Guardiola conoció en el balenario de Vichy a Pere Milá, un joven Barcelonés de buena familia y dicen, con cierto espíritu de vividor, que se fijó en ella y no dejó en paz hasta conseguir que está accediera a su propuesta de matrimonio, algo que sirvió para fomentar las habladurías entre los círculos de la alta sociedad barcelonesa entre los que se extendió el rumor de que Milá se había casado dos veces: con la viuda de Guardiola y con la hucha de la viuda. (Guardiola palabra catalana que traducida al castellano significa hucha).
El matrimonio Milà – Segimon se instaló primero en un piso en la Rambla dels Estudis, para comparar posteriormente, en 1905 la torre que el señor Ferrer-Vidal tenía en la esquina del Paseo de Gracia y la calle Provença, de más de 1800 metros cuadrados de terreno. El matrimonio acordó construir allí, un edificio de tres pisos, pero no coincidían en la elección del arquitecto, él insistía en contratar a Antonio Gaudí, conocido de la familia y que solamente unos metros más abajo hacía para entonces los últimos retoques para la Casa Batlló, pero a ella las formas de su paisano de Reus, le parecían poco apropiadas para sus gustos y posición. Después de varias discusiones matrimoniales, ella acabó cediendo a contratar al Gaudí y buena parte de la fortuna que había heredado de su primer marido, 600.000 pesetas de la época, se destinaron a la construcción de esta casa que se acabó en 1910, seis años antes que otro buen pellizco del dinero de Guardiola fuera a parar a la reconstrucción de la plaza de toros Monumental de Barcelona.
Retornando a La Pedrera, es cierto que oficialmente era la Casa Milà, pero los Milà pusieron poca cosa más que los apellidos, porque la compra del terreno, los honorarios del arquitecto Antonio Gaudí, el transporte de las piedras desde el Garraf y el trabajo de los obreros, ebanistas, herreros, y escultores que participaron fueron pagados íntegramente con la fortuna que Josep Guardiola i Grau había hecho con el café en Guatemala y con sus inversiones en el Canal de Panamá.
Roser Segimon vivió el resto de su vida en la Pedrera. Allí murió en junio del 1964. Tenía 93 años. Hacía 23 que había quedado viuda de Pere Milà y 63 que había enterrado a su primer marido, con quien quiso, por deseo expreso antes de su muerte, ser enterrada, en el cementerio de L’Aleixar.
Historia del café de Guatemala de Regina Wagner,Cristóbal von Rothkirch;
La herencia del indiano de JOSEP MARIA HUERTAS
L’Aleixar de Fina Anglès i Joan-Miquel Ventós
Isabel Goig Soler
Ajuntament de L’Aleixar